El Origen de Satoshi Rockbox: De la Ruptura al Renacer.
Satoshi no empezó como marca. Empezó como un punto de quiebre. Como ese momento en que te das cuenta de que todo lo que construiste hasta ahora... no era tuyo. Era lo que te dijeron que hicieras. Era lo que se suponía que servía. Hasta que ya no.
Estudié arquitectura. Me gustaba. Pero cuando salí al mundo real, me encontré con jornadas inhumanas, sueldos miserables y ambientes donde el talento era lo último que importaba. Hice un par de años en empresas de construcción cosas que ni siquiera tenían que ver con lo que soñaba construir. Aguanté hasta que no más.
Después me metí al mundo del tiempo compartido. Cinco años. Un ambiente donde las sonrisas eran guiones y las vacaciones un pretexto para venderle sueños falsos a gente que solo quería descansar. Vi a colegas hundirse en deudas para mantener apariencias. Nadie era feliz. Todos estaban actuando. Yo también. Hasta que dejé de hacerlo.
Con la pandemia llegó la pausa que necesitaba. Empecé un canal: Pregunta al General. Hablaba de emociones, de lo que nadie quería decir en voz alta. Le metí cabeza, estrategia, Ads, contenido con intención. Armé una agencia con mi mejor amigo. Llegamos a tener cinco empleados. Y luego... colapsamos. Se acabó la pandemia y con ella, la estabilidad. La agencia no resistió la vuelta a lo de antes.
Me fui a Playa del Carmen. Sin plan, pero con ganas de respirar. De desconectarme de esa idea de éxito que me estaba tragando. Me reencontré con gente de mi pasado y noté algo: ya no vibrábamos igual. No porque ellos estuvieran mal. Simplemente, yo ya no era el mismo.
Y ahí, entre la selva, los perros, los changos y el sudor de CrossFit, entendí lo que nadie me enseñó:
La libertad no es hacer lo que quieras.
Es tener una estructura que tú elegiste. Una que te sostenga, no que te encierre.
La disciplina dejó de ser castigo y se volvió ancla. El cuerpo se volvió hogar. Y todo lo que había vivido —la arquitectura, el colapso, el marketing, los tropiezos— se mezcló en una sola idea.
Satoshi Rockbox.
No es una marca para vender cosas. Es una forma de estar en el mundo. Sin poses. Sin máscaras. Con cicatrices visibles y un propósito claro: vivir con intención.
Porque vivir bien no es tener más.
Es estar más presente.
Con fuerza.
Con historia.
Y con fuego.

