“El Amor en los Tiempos del TikTok” Parte 1
Un manifiesto incómodo sobre cómo el romance se volvió contenido, el deseo se volvió algoritmo, y los sentimientos... pues se subieron a la nube pero sin respaldo. Este no es un blog para enamorados. Es un espejo para los que sienten que sus relaciones se construyen con emojis, se destruyen con silencios vistos, y se miden en likes más que en lealtad. Es para quien ha sentido que amar hoy es más parecido a escanear un código QR emocional que a sostener la mirada de alguien que no tiene Wi-Fi. Nos narra la caída del amor romántico a manos de TikTok, donde el “te quiero” se dice en video vertical con fondo de Bad Bunny, y donde el “te aguanto” ya no entra en tendencia. El texto te lleva desde la incomodidad de los mensajes sin respuesta hasta la ironía de las “mujeres de alto valor” tratadas como criptomonedas. Es una cachetada con la mano de un algoritmo. ¿Lo romántico? No muerto… solo desplazado por un reel. ¿El compromiso? Muy vivo, pero en los términos y condiciones de Instagram. ¿La esperanza? Está. Muy jodida, pero está. Si quieres leerlo, no vengas con flores. Ven con batería. Y con estómago emocional.
satoshi
5/21/20252 min read


EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL TIKTOK
Hay algo que no se dice en voz alta.
Lo textean... pero todos lo hemos sentido:
Nos estamos volviendo extraños. Enemigos.
No porque no queramos amar, sino porque no sabemos cómo hacerlo sin filtro,
sin editar, compartiendo conversaciones que deberían ser íntimas
con el grupo de amigas, por miedo a ser “dejados en visto”.
El amor hoy se mide en reacciones,
en visualizaciones,
en si alguien te contestó antes de los tres minutos, o si hace doble texting,
si vio tus historias pero no dijo nada.
Nos volvimos cazadores de validación digital,
en lugar de testigos del otro.
Cómplices.
TikTok no lo inventó, pero lo aceleró.
Le insertó imágenes frenéticas en menos de 30 segundos
al deseo, y velocidad al rechazo.
A todos nos da terror sentirnos vulnerables otra vez.
Es como tenerle miedo al agua fría.
Nos trajo millones de formas de decir te quiero,
te deseo, te quiero llevar a la cama...
pero casi ninguna que diga:
voy a estar contigo.
Ahora hablamos de “mujeres de alto valor”
como si fueran criptomonedas.
Y del mansplaining como si todos los hombres
llevaran una tesis de arrogancia debajo de la lengua.
Nos estamos armando.
Infoxicando.
Llenándonos de fragmentos de seudociencia, astrología,
y técnicas psicológicas que nos obsesionan más,
que hacen más densas nuestras máscaras,
para proteger algo que en realidad
ni siquiera está puesto en juego.
Y en medio de todo eso...
está el amor.
Como libros abandonados en una repisa, porque el celular es más rápido
y más fácil de entender.
Porque la ballerina capuchina y la asiática hecha con IA
no me van a rechazar.
Ese amor que no sabe si puede existir en este ruido.
Que no sabe si es bienvenido
cuando no viene con branding personal,
ni con videos de cocina en pareja.
Ese amor que sueña con ser Evaluna y Camilo,
pero que no ha entendido
que el amor no es espectáculo.
No son canciones de John Legend en las bodas,
ni coreografías para hacer obvio que te casas porque estás enamorado.
El amor se volvió una plataforma para vender más en redes y demostrarle a tus familiares
que puedes pagar a Grupo Firme en tu fiesta.
Ese amor...
el que no se graba,
el que no se monetiza,
el que simplemente se sienta a tu lado,
callado, y no necesita validación...
Es empático.
No es posesivo.